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UN ÁNGEL PARA MI SOLEDAD: Capítulo final.

Bueno, desde que lo conocí jamás volví a quedar sola, él iba y venía, pero siempre estaba allí, me distraía haciéndome olvidar las penas…

“- Hace ya bastante desde que nos conocemos- dije- él sonrió como siempre y dijo que no nos llevábamos tan mal, le pregunté por la llave y que tenía que hacer con ella, me contestó que no era el momento para pensar en eso. Justo en aquel momento sonó el timbre, Gustavo desapareció y yo me dirigí a abrir la puerta. Era la madre de Edith, mi mejor amiga, tenía los ojos llorosos, la hice pasar. Me contó que Edith estaba grave en el hospital. Fuimos, pero al llegar la situación era crítica. A los pocos días ella falleció, por segunda vez en mi vida sentí que mi corazón se partía en millones de pedazos. Me senté en el balcón y dije: ¿por qué las personas que quiero me dejan?, Gustavo se acercó y contestó – Yo aún no te dejo- entonces se arrodilló levantó mi rostro secando mis lágrimas, cuando lo vi bien, observe que sus dos maravillosas alas estaban desplegadas, luego añadió –Yo estaré contigo por siempre- cuando terminó de hablar por primera vez me abrazó con todas sus fuerzas, me cubrió con sus alas y pude llorar libremente…”

Aquella vez fue la única en la que nos hemos podido tocar… Ha comenzado mi tercer año de convivencia con Gustavo y espero que todo sea bueno…

Estoy estudiando para poder distraerme debido a que he caído en una leve depresión.

– Es el momento de que sepas todo- dijo- y me ha pedido que vayamos a su casa. Cuando llegué su madre me atendió con mucha amabilidad, le pasé la llave, luego de un rato me trajo una carta. Nos fuimos y al llegar al departamento me pidió que la leyera, lo hice y me he sorprendido, es una declaración para una chica. Él me miró y dijo- Es para ti, verás yo ya te conocía, siempre te observaba en el metro, me iba a declarar sin embargo me asesinaron… me dieron la oportunidad de cuidarte y de estar a tu lado, porque te amo y aquí estaré, aunque no me correspondas- me puse de pie y me encerré en mi alcoba. Pasé una semana allí, al octavo día salí y le dije:

  • Ándate y no vuelvas más
  • Esta bien, es lo que deseas y lo respeto- y mientras aparecían sus alas añadió- ¿por qué quieres que me vaya?
  • No me gustan los engaños, ni los rodeos, además tu pides que te ame y eso es ridículo ya que tú estas muerto- contesté, mientras desaparecía por tercera vez sentí que me despedazaba, en aquel instante caí en la cuenta de que estaba en un error al pedirle que me dejara, solo oí su adiós, y en ese momento quise alcanzarlo pero no pude, entonces grite

    – ¡DIJISTE QUE ESTARÍAS CONMIGO POR SIEMPRE!- cayendo de rodillas lloré amargamente. Cuando me dirigía a mi pieza me abrazaron por la espalda diciendo: Por siempre contigo, cariño- era Gustavo, quien había vuelto para estar conmigo en mi soledad. 

UN ÁNGEL PARA MI SOLEDAD: Capítulo II

Miraba al chico directo a los ojos, no podía creer lo que estaba viendo. Entonces repetí

– Tú… estás…

– Si muerto es la palabra correcta, sí, lo estoy- al parecer quiso seguir hablando, pero sonó mi teléfono. Me di vuelta a buscarlo. Quien me llamaba era mi mejor amiga, Edith, ella no sabía que estaba de duelo no había querido contarle, prefería vivir el duelo sola, pero con lo que en aquella ocasión ocurrió sentía que me estaba volviendo loca. Debía ordenar el desastre que tenía, pero antes me cambié de ropa, cuando estaba con los pantalones en las rodillas, me hablaron:

– ¿Por qué no le has dicho que tu mamá falleció?, Y otra cosa, delante de mí no deberías sacarte la ropa- dijo Gustavo.

– Pues entonces sal de mi vida, déjame en paz, vete al cielo o al infierno. ¿OK? – conteste más que molesta algo trastornada, él me contesto que se iría, sin embargo, agregó que cuando lo necesitara solo dijera su nombre, mientras lo decía de su espalda aparecieron dos hermosas y blancas alas, estaba tan sorprendida que no pude hablar, él solo sonrió y desapareció. Pasados unos días de este incidente, estaba recostada en mi cama, no podía dejar de pensar en Gustavo e inconscientemente dije su nombre. Él apareció y se sentó al borde de mi cama, tenía muchas dudas de por que podía verlo o qué quería, cuando le hice estas interrogantes, contesto que no era el momento de saber las respuestas, entonces añadió que quería pedir un pequeño favor, el cual era que fuera a su funeral y hablara con su mamá. Accedí y al querer darle la mano lo atravesé, nos miramos algo atónitos, no supo decirme el por qué no podía tocarlo. Comenzó a revisar mi escritorio, encontrando mis apuntes los leyó y se rió diciendo: “que cursi tu historia”. Le pedí que saliera y me vestí para ir a su funeral. Cuando llegué reconocí a su familia de inmediato me acerqué a su madre, la saludé dándole el pésame y le comenté que veía a su hijo. Al principio no me creyó, pero luego al verme tan seria con lo que afirmaba me entregó una llave agradeciéndome que fuera la interlocutora con su hijo. Al salir de allí principió una llovizna que derivó en una densa lluvia. Al llegar a mi casa me recosté en el sofá, aún no le contaba a mi mejor amiga que estaba sola. Gustavo me observó y luego me pasó el celular diciendo que hablara con ella, le contesté que no y cerré mis ojos”

UN ÁNGEL PARA MI SOLEDAD: Capítulo I

Cómo se puede comenzar a explicar todo lo que ha acontecido desde un tiempo a esta parte… pero creo que, aunque suene ridículo se debe empezar por el principio…

“Estaba en el metro, sentada tratando de asimilar la muerte de mi único familiar que conocía o sabía que existía: mi madre. Acababa de salir del cementerio, no había derramado ni una sola lágrima cuando supe lo que había temido toda mi vida; quedarme sola. Estaba absorta en mis pensamientos cuando repentinamente un joven alto, de cabello castaño con anteojos, vestido de terno se sentó a mi lado, parecía tener prisa, casi me bota cuando entramos al vagón del metro. Nos bajamos en la misma estación, pero nos separamos al salir a la calle.

Al llegar a mi departamento y ver las cosas, todo en el mismo lugar como las había dejado mi madre, sentí rabia que no estuviera a mi lado y comencé a tirar todo. Cuando me di cuenta de lo que hacía, prendí la televisión y tomé asiento. En ella estaban dando un informativo extra; a la salida del metro se había cometido el asesinato de un joven de unos veinte años, al parecer el móvil fue un asalto.

Cuando terminé de escuchar reaccioné. El joven era el chico del metro, esto me reconfortó un poco, aunque suene sádico, pero me hizo bien saber que alguien más sufriría, no solo yo. Entonces una voz detrás de mí dijo:

– ¿Disfrutas con el dolor ajeno?

– En el fondo no- respondí- ¿y tú? – agregué.

– Ya no, me presento mi nombre es Gustavo. – en aquel momento me percate de que debía estar sola en mi casa. Muy lentamente me volteé y lo vi: era el joven asesinado del que hablaban en las noticias.

– Tú es… estas- dije tartamudeando.