UN ÁNGEL PARA MI SOLEDAD: Capítulo II

Miraba al chico directo a los ojos, no podía creer lo que estaba viendo. Entonces repetí

– Tú… estás…

– Si muerto es la palabra correcta, sí, lo estoy- al parecer quiso seguir hablando, pero sonó mi teléfono. Me di vuelta a buscarlo. Quien me llamaba era mi mejor amiga, Edith, ella no sabía que estaba de duelo no había querido contarle, prefería vivir el duelo sola, pero con lo que en aquella ocasión ocurrió sentía que me estaba volviendo loca. Debía ordenar el desastre que tenía, pero antes me cambié de ropa, cuando estaba con los pantalones en las rodillas, me hablaron:

– ¿Por qué no le has dicho que tu mamá falleció?, Y otra cosa, delante de mí no deberías sacarte la ropa- dijo Gustavo.

– Pues entonces sal de mi vida, déjame en paz, vete al cielo o al infierno. ¿OK? – conteste más que molesta algo trastornada, él me contesto que se iría, sin embargo, agregó que cuando lo necesitara solo dijera su nombre, mientras lo decía de su espalda aparecieron dos hermosas y blancas alas, estaba tan sorprendida que no pude hablar, él solo sonrió y desapareció. Pasados unos días de este incidente, estaba recostada en mi cama, no podía dejar de pensar en Gustavo e inconscientemente dije su nombre. Él apareció y se sentó al borde de mi cama, tenía muchas dudas de por que podía verlo o qué quería, cuando le hice estas interrogantes, contesto que no era el momento de saber las respuestas, entonces añadió que quería pedir un pequeño favor, el cual era que fuera a su funeral y hablara con su mamá. Accedí y al querer darle la mano lo atravesé, nos miramos algo atónitos, no supo decirme el por qué no podía tocarlo. Comenzó a revisar mi escritorio, encontrando mis apuntes los leyó y se rió diciendo: “que cursi tu historia”. Le pedí que saliera y me vestí para ir a su funeral. Cuando llegué reconocí a su familia de inmediato me acerqué a su madre, la saludé dándole el pésame y le comenté que veía a su hijo. Al principio no me creyó, pero luego al verme tan seria con lo que afirmaba me entregó una llave agradeciéndome que fuera la interlocutora con su hijo. Al salir de allí principió una llovizna que derivó en una densa lluvia. Al llegar a mi casa me recosté en el sofá, aún no le contaba a mi mejor amiga que estaba sola. Gustavo me observó y luego me pasó el celular diciendo que hablara con ella, le contesté que no y cerré mis ojos”

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